05/09/2010
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Fuego de marzo - Eduardo Mendicutti - Tusquets Editorial
Dentro de poco se cumplen quince años de la publicación de esta recopilación de relatos de uno de los mejores escritores actuales españoles, Eduardo Mendicutti, afincado en Madrid. La calidad y frescura de los textos sigue tan vigente como entonces. Y su lectura sigue siendo asimismo tan recomendable como en el día de su puesta de largo.
A mi madre, que desde que publico libros no gana para sustos,
y a la memoria de mi padre.
(Dedicatoria del libro)
Fuego de marzo es una recopilación de seis relatos, anteriormente publicados a la edición original de este libro, a los que el autor ha añadido otros tres -dos de los cuales de mayor envergadura que la mayoría- y que redondean y rematan la obra. Una obra a mi entender que se circunscribe en los aledaños narrativos de su anterior «El palomo cojo» y que, a la limón, redunda en la psicología y maduración del personaje central. Una obra que a claras luces denota aconteceres del escritor y que, si no es milimétricamente fidedigna a su infancia, deja ver sentimientos y despertares de sus jóvenes años. Y esa misma impresión y añoranza es la que evoca a los lectores que se internan en su prosa. Y más aún a los que, no teniendo el don de la palabra y escritura que tiene Mendicutti, nos hubiera gustado dejar constancia de esas pubertades ya lejanas.
Eduardo Mendicutti es un escritor fuera de serie y que escribe con una soltura y clase como pocos del panorama actual. Su frase, sencilla y clara, se mezcla con adjetivaciones y dejes del sur, y nos regala textos de una brillantez poco común. Si otros países gozan de escritores con gran lucidez en la creación de un vocabulario singular, atrayente, colorista, divertido, sugerente y luminoso, como es el caso de los hispanoamericanos con ejemplos tan destacados como García Márquez o Alejo Carpentier, en España no nos quedamos huérfanos al tener entre nosotros a ese genio de la palabra sencilla que es Eduardo Mendicutti. Su mejor ejemplo es «El palomo cojo» en el que nos regala un abanico de expresiones y vocablos dignos de ser recordados a perpetuidad. Y ello, en menor escala, pero muy presente en algunos de los cuentos que conforman esta obra, aparece como algo inexcusable e inherente al paisaje que nos dibuja. La «destemplanza» de nuestro protagonista, lo «jartible» que se pone la Charo, así como esos «pelapavos con calentura en la portañuela», son reminiscencias de ese Palomo Cojo que tanto nos cautivó. Pero la validez de todos y cada uno de los relatos es evidente. Y la gracia y socarronería del autor, aderezada con esa particular nostalgia de los años infantiles que han volado, es visible en todos ellos.
Eduardo Mendicutti nació en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en 1948. En 1972 se trasladó a Madrid, donde obtuvo el título de periodismo y donde vive desde entonces. Ganador de premios como el Café Gijón y Sésamo, ha publicado más de diez obras, todas ellas con gran éxito de crítica y de público, que han sido traducidas a diversos idiomas. Dos de sus novelas, El palomo cojo y Los novios búlgaros, han inspirado sendas películas homónimas dirigidas, respectivamente, por Jaime de Armiñán y Eloy de la Iglesia. En 2002, su novela El ángel descuidado ganó el Premio Andalucía de la Crítica.
He de reconocer que, si existe una buena literatura en la que lo primordial sea la calidad de los textos, el desarrollo de los personajes, la perfecta ubicación de ellos en esa España del pasado siglo, el conocimiento total y local del lenguaje y una clara implicación con el universo homosexual de nuestro país actual, si existe ese tipo de literatura, el único autor válido que la practica es Eduardo Mendicutti. A él, y sólo ha él, hemos de agradecer la creación de un universo ya reconocido y normalizado en los tiempos actuales y que no ha degenerado en un amaneramiento de posturas y actuaciones que poco tienen que ver con al verdadera literatura. Sus textos son ya parte de nuestra historia y perviven frescos y actuales a pesar de los años.
Recomendable sin ninguna duda. Sencillo, sugerente y evocador, una especie de Amarcord que complementa, y con la que cierra, su anterior obra El Palomo Cojo.
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